jueves, 7 de febrero de 2013

A MIS DOCE AÑOS



Serie “Escritos necesarios”
Por: Marcos Julio Leal Ceballos


         Amigos, amigas en la distancia, he descubierto que todos y todas tenemos secretos, algunos nuestros, otros ajenos, pero, al final, secretos son.  Unos son pequeños, otros son grandes.  Unos sabrosos y deliciosos, otros que nos persiguen toda la vida.
        Como sé que ustedes son discretos, les contaré algunos de mis secretos, que por ser ustedes tan discretos y discretas, estoy seguro que seguirán siendo secretos.
        Hace más de medio siglo, en una mañana lluviosa, un niño se dirige a la oficina de un respetado y querido profesor de Ciencias Biológicas del liceo donde este niño comenzaba a estudiar.
       Con paciencia esperó en la puerta a que el profesor  terminara de atender a otras personas que habían llegado antes que él.
       El niño había asistido, en más de una ocasión en esas últimas semanas, siempre en el recreo largo de quince minutos.  Siempre el profesor estaba ocupado y el niño esperaba, hasta que el sonido del timbre indicando el fin del descanso le decía que tenia qué salir corriendo a formarse en la entrada de su aula.  Ese día era diferente, se celebraba la Semana del Liceo, por tal motivo se realizaría un encuentro deportivo en la pequeña cancha interna y ya los estudiantes se apretujaban alrededor de la mojada cancha y el profesor estaba solo con su secretaria trabajando en su oficina.
       El profesor ve al tímido niño parado en su puerta y le dice:
- Pasa, joven.  Te he visto varias veces venir a pararte en la puerta y no has entrado ¿Cómo te llamas?
El niño pasa, se queda parado ante el escritorio donde detrás está sentado el profesor.
- Buenos días, profesor. Me llamo Fautino, profesor.
- Buenos días ¿Qué se te ofrece, Fautino?
El niño coloca el bulto con sus útiles en el piso y saca un cuaderno.  Dentro de este están unas hojas sueltas.
-Quería enseñarle un poema que escribí, profesor.
- ¿Por qué no se lo muestras a tu profesora de Castellano y Literatura?
- Ya lo hice.  Me dijo que no tenía tiempo para leerlo…y…me preguntó qué quería hacer yo con ese supuesto poema.
- ¿Y tú qué le dijiste?
- Que quería multigrafiarlo para lanzarlo al cielo en la hora del recreo para que todo el mundo lo lea.
- ¿Y qué tengo yo que ver con eso, joven?
- Ella me dijo que usted es el responsable del multígrafo de este plantel.
- Ella tiene razón, soy el responsable del multígrafo y por eso se utiliza sólo para trabajos relacionados con el plantel.
- Pero yo soy del plantel.
- ¿Cómo fue que me dijiste que te llamabas? ¿En qué sección estás? ¿Quién es tu profesor guía?
- Me llamo Fautino, sección C de primer año, el guía es el profesor Gutiérrez, profesor.
- Con razón, Fautino.  No pierdas tiempo, ve a ver el juego, practica deportes para ver si sirves para algo.
- Profesor ¿Y mi escrito? ¿Y mis letras? Las quiero lanzar al cielo en la hora del recreo.
- Ah, entiendo ¿Tú quieres ser escritor?
-Sí.
- Pues te voy a dar un consejo: escribe, escribe, luego vas al sanitario, rompes tus escritos en pedacitos y los lanzas a la poceta…ah, y no te olvides de bajar la manilla…que se vayan bien lejos y no te vuelvan a molestar.
- Profesor…pero…yo quiero lanzarlos al cielo…
- Niño, pero ¿Sabes qué es ser escritor? Los escritores son tipos que se mueren de hambre sin ton  y sin razón.
- Después de muertos aún los leen, profesor.
- Niño, los escritores son personas que no sirven para nada.
-¿Y por qué entonces tienen libros?
- Sólo los buenos escritores tienen libros, niño.  Anda, ve a la cancha, el juego está por comenzar. Y, niño, recuerda lo que te he dicho. Que no se te olvide nunca: “Los escritores no hacen nada, lo que hacen es pensar”.

     Pasado tanto tiempo que esa conversación se realizó, hoy evoco a mi adorada escritora Ingrid Chicote – la anterior Ingrid, la que no se quedaba con nada adentro, la de hablar bella y escatológicamente, porque la de ahora escribe excelente y habla con hermosura – aquella Ingrid me imagino que con gran fuerza y convicción ironicamente diría:
- “¡Ese profesor tenía razón! ¡Los escritores y escritoras son unos grandes c…, que no sirven para nada y no hacen nada.  Sólo pensar!”

El niño ha sido un brillante “escritor de poceta”, al que le ha costado cincuenta años de su vida atreverse a publicar un libro de poemas…ese niño soy yo.

Bautizo de mi poemario "21 Cosas Impublicables"


   Niños, niñas, atrévanse a pensar y soñar. Escriban. No permitan que nada ni nadie les robe sus sueños.  Su futuro es hoy…Escriban, cántenle a la vida, a la alegría, a sus sueños, que algo quedará .  Ya mañana el hoy será pasado. Atrévanse.


26 de enero del 2013-02-07
10:06 p.m.


Sitio web de la imagen:  http://elblogdeazucena.blogspot.com/2010/04/historia-de-un-pequeno-nino-muerto.html


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nos encantaría saber tus impresiones acerca de esta entrada y/o nuestro blog en general. Deja tu huella con un comentario. Marcos Leal.