jueves, 27 de julio de 2017

CIEN AÑOS DE DOÑA FELICIA CEBALLOS ¡ALELUYA!






Cien años andando con Dios y con la religiosidad católica por delante. Devota de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo y Jesús de la Misericordia, además de conocedora de los misterios del Santo Rosario, cuya devoción siguiendo la tradición familiar se lo inculcó su madre desde que era pequeña; los estandartes que ella adora porque alegran y bendicen su vida y la hicieron crecer en la fe y en la constancia..

Un siglo…veinte lustros. Así como suena… Cien años han transcurrido hoy de haber llegado a este maravilloso mundo  este corazón pintado de canas blancas que  sigue diciendo ¡presente! cuando nombran a doña Felicia Ceballos. La conocí  en la urbe en tiempos lejanos aun siendo yo un niño -yo me acuerdo de ella-   en la Villa  se respiraba aire de confianza y de sosiego, había paz, nuestras casas entonces no eran un mundo cerrado de rejas como es hoy. 

En su tiempo esta humilde mujer mantuvo sola a su prole con el trabajo de la cocina en un negocio de restaurant que quedaba en el centro de la población. Así comenzaba su heroica marcha desarrollando su  trabajo sin desmayo. Eso fue por allá en las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX. A decir verdad  su labor de cocinera no tenía hora de empezar ni hora de terminar, no era nada fácil el oficio, ni tampoco cómodo  lidiar con tan variados paladares. Sin embargo, la  fama de su exquisita comida  se extendía por todos lados, lo cual fue para ella título de orgullo.

A Villa de Cura llega a los 12 años de edad, la comarca de aquella época era como ella la vivió en su juventud, un pueblo apacible, un cobijo hospitalario, una agradable Villa de ambiente semirural y de limitado comercio y escaso tránsito automotor; de hombres a caballo y arreos de mulas que deambulan por sus calles solitarias. Eran tiempos por aquel entonces de cuentos de fantasmas y de aparecidos, como “La Sayona” y  “El Carretón”, además de la figura  del “Encamisonado”, del cual  expresaba la leyenda fue descubierto una noche disfrazado de espanto;  pues se oía decir que el personaje se aprovechaba  cuando el poblado quedaba a oscuras   para saltar empalizada y cosechar en conuco ajeno.

Dice un documento original que Felicia María Ceballos Rojas nació en el sitio de Santa Rosa del Sur el 11 de junio  de 1917. Hay un error -dice ella campante- porque en realidad   abrió sus ojos al mundo  el 11 de julio de 1917; Sus padres fueron María Eugenia Rojas y Melesio Ceballos Rebolledo. Esta matrona tuvo un total de 5 hijos varones  a los cuales vigila desde sus primeros pasos: Cristóbal, Ernesto, Félix, Guillermo y  Marcos. El esfuerzo no fue en balde pues sus hijos todos fueron hombres  laboriosos de probada conducta ciudadana y distinguidos en el estudio, fue esa la disciplina que recibieron en un hogar de exclusiva vigilia de la madre. Se casaron, formaron familia aparte y algunos tuvieron que alejarse un poco, pero siempre buscando  estar lo más cerca posible de ella  lo que determina que el amor maternal no termina nunca. Aunque doña Felicia  no pudo detener la punzada en el alma cuando la muerte le arrancó de los brazos a  Cristóbal, uno de sus hijos.

La vida es bella a pesar de todas sus vicisitudes, pero lo es aún más, cuando se  llega a esta edad y la persona se conserva útil; cuando trascurrido una centuria se encuentra ahora estrechando brazos de viejos amigos, vecinos y familiares, con su tono siempre lúcido, evocando el pasado el cual supo a transitar con amor y firmeza.

La edad cronológica no ha representado para doña Felicia impedimento alguno para seguir activa en sus menesteres cotidianos. Todavía está pendiente de sus hijos,  y de la ramificación de 12 nietos y 7 bieznietos, se preocupa por los oficios elementales de la casa, cuidando que se mantenga limpia. Su amor por la naturaleza es tal que riega y cuida de sus plantas y mantiene bello un jardín de rosas que sombrea la entrada de su morada. Y  es tan sobrada su vitalidad que todavía  cocina y le queda tiempo para recibir lecciones de cuatro, tres días a la semana. Le atrae la música que es también un complemento de su vida. Lo que más importa es tener la mentalidad siempre abierta dispuesta para el conocimiento y tener ganas de sobrevivir en estos tiempos tan plenos de  dificultades. Asombra su memoria prodigiosa, se desplaza en la casa con seguridad y con la fuerza espiritual que le viene de Dios. Siempre presta para vencer obstáculos, aconsejar y seguir ayudando a los más jóvenes.

No debiera ser yo,  que solo  traigo a la memoria estas breves evocaciones para agasajarla, quien se atreviera a describir  estas vivencias de tanta lejanía.  Quizá una persona como ella, con cien años en lo alto es la que mejor conoce la historia chica de esta Villa donde todos nos conocíamos, la romántica y palpitante de ayer que ella misma ayudó a construir y la nostálgica de hoy. No sé si usted se acuerda doña Felicia, que en nuestras casas pobres de antes, se daban fijo diariamente dos golpes en la mesa, a las 10 de la mañana  el primero, y el segundo a las 4 de la tarde.

Hoy que amanece de tonalidad cambiante la extensión del cielo villacurano, aprovecho esta agradable encrucijada, adonde me condujo con sumo agrado la poetisa María Teresa Fuenmayor, para felicitarla con justicia y admiración en este  su centenario natal y colgar cien rosas  perfumadas sobre su pecho. ¡Feliz cumpleaños doña Felicia!



Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, julio de 2017

jueves, 13 de julio de 2017

Cien Años de Vida Digna.



Muchas personas dicen que sus primeros años fueron muy tristes, jamás he escuchado a mi madre quejándose de la vida que le ha tocado vivir. La recuerdo siempre luchando por sacar adelante a sus hijos, en una lucha tenaz y digna de mujer de campo, sembrando, cosechando, cocinando siempre cocinando solamente por la comida de sus hijos, desde la madrugada hasta la noche lavando   y planchando ropa ajena, cargando agua en dos latas desde una pila publica cercana, sin siquiera saber cobrar por el esfuerzo del trabajo realizado. Ella decía a las personas que le traían ropa para lavar cuando le preguntaban: -“¿Cuánto es?”  Respondía: .”Lo que usted me quiera dar” Y era poco, muy poco lo que le querían dar, hasta que llegó un señor de apellido Hurtado y le  dijo: -“Aprenda a cobrar, señora Felicia, el trabajo no se le debe regalar a nadie” Y le sacó la cuenta: -“10 pantalones son 10 bolívares, 20 camisas son 10 bolívares, medias interiores y sabanas son 10 bolívares mas, total son treinta  bolívares”   En ese entonces, un obrero ganaba 72 bolívares semanales. La vida de  mi madre era  llena de sacrificios pero colmada de muchas alegrías pues todos sus hijos estaban estudiando su primaria en escuelas públicas, hoy gracias a Dios y a los buenos ejemplos de nuestra madre somos hombres de bien, comunes y corrientes, sin falsas pretensiones; decentes, dignos y honrados. Sin bienes de fortunas pero de una moral a toda prueba. 

Mi madre no le tiene miedo a muertos ni aparecidos, así nos crio, solo le tememos a Dios Todopoderoso. A sus 100 años hoy 11 de Julio del 2017 dice: -“Fui operada en la Misión Milagro, veo muy bien, gozo de una pensión que ayuda para mis medicinas, saqué mi sexto grado en Robinson, no oigo muy bien pero ya me hicieron los exámenes para la prótesis auditiva y en cualquier momento el Presidente  Maduro me mandará a arreglar mi casa. Siempre digo que detrás de todo cerro hay un plan, debemos subir el cerro, para tener un plan de vida mejor, ahorita estoy aprendiendo a tocar cuatro, estoy segura que el futuro será  bueno, vamos a conquistarlo trabajando  con alegría y amor. La vida es bella. Es solo un Siglo de vida.”
 Esa es mi madre Felicia María Ceballos Rojas, Feliz Cumple siglo, Madre mía.




 Licdo. Marcos Leal Ceballos.

COMENTARIOS:

Jose Antonio Ysaya Flores Feliz cumpleaños, doña Felicia y a ti Marco te felicito por tener a esa madre a tu lado, cuídala y dale un fuerte abrazo y un beso. Ese breve relato está muy lindo.