domingo, 1 de enero de 2017

EL HOMBRE DEL TRIGO (NOVELA) CAPÍTULOS 41 AL 50



Por: Marcos Julio Leal Ceballos

CAPITULO 41.Buena Cacería……………………………………
CAPITULO 42.Él Nos Conoce……………………………………
CAPITULO 43.Hace Lo Que Nunca Había Hecho……………….
CAPITULO 44.Maremagnum de Vainas…………………………
CAPITULO 45.Aquí En Nuestra Puerta………………………….
CAPITULO 46.El Niño De Linares………………………………
CAPITULO 47.Por Trescientas Franelas………………………….
CAPITULO 48.Dos Peces Vuelan Como Pájaros………………..
CAPITULO 49.Dulce Veneno y Camioneta Nueva………………

CAPITULO 50.Luis Acosta………………………………………

CAPITULO 41

BUENA CACERÍA

Es carnaval, se celebran  las Ferias del Sol, la esposa de Don Joselillo y su gran grupo de amigos se divierten, los policías están desconcertados, se preguntan por los micrófonos de su comunicación interna ¿Dónde está el hombre?
A las dos de la madrugada llega una comparsa de médicos, enfermeras y pacientes, van con sus vestimentas para operar, uno de ellos se desprende de la comparsa y se dirige al lugar donde se encuentra el confuso Comisario General que no ha podido ver a su objetivo en más de veinte y cuatro horas:
-¿Por qué tan serio señor Comisario General?
El comisario se vuelve  y se encuentra con un hombre vestido como médico en la sala de operaciones, el hombre se quita  la tapa boca y le expresa:
-Diviértase, señor comisario general, no todo puede ser trabajo, acá hay mujeres lindas con las que pasar un buen rato.

-Hola, Don Joselillo, tiempo sin verlo.
-¿Tiempo? Creo que nos vimos ayer.
- Me refiero a que no le he visto en horas.
-Hay que divertirse,  también tenemos que descansar ¿Usted no descansa, señor comisario general?
-Cuando trabajo no descanso hasta lograr los objetivos.
-¿Y ahora está usted  trabajando señor comisario general?
-Digamos, que estoy en una comisión muy especial Don Joselillo, 
-¿Y su objetivo está aquí ahorita?
-Don Joselillo, Don Joselillo, el mundo da muchas vueltas porque es redondo.
-Que tenga buena cacería, señor comisario general, ese es mi deseo

El hombre da media vuelta y se dirige hacia su bullicioso grupo que se divierte en la pista de baile.
El comisario general se dirige hasta el bar y pide un agua mineral con gas. El desconcertado empleado lo mira como si fuese un extraterrestre
Don Joselillo se dirige a uno de los de vestimenta de médico y le pregunta al oído:
- ¿Cómo va la operación, Niño?
-Todas las ambulancias llegaron a su destino sin novedad, Don.
Las cuatro ambulancias habían salido cargadas a mil kilómetros de distancia, desde la casa del señor gerente de banco, la policía especial esperaba este cargamento por aire, no por tierra como había sido trasladado. 
Ya el gerente de banco  disfrutaba de sus  últimas vacaciones con su familia en una playa  de este país y para  el señor comisario general, Don Joselillo no había salido de la Ciudad de los Caballeros. 




CAPITULO 42

ÉL NOS CONOCE

Las humildes mujeres dejaron   a sus pequeños hijos con los niños más grandes, los hombres están en sus trabajos: no les han dado permiso las empresas privadas para que atiendan la emergencia, las fuertes lluvias de la noche anterior les acabó las casas y les llevó sus enseres la inesperada crecida de Rio Seco.
Las mujeres son revolucionarias, creen firmemente en los cambios aportados por este gobierno, lucharon para que este alcalde llegase a su elección, no fue nada fácil pues él era un completo desconocido cuando se inició esta recién finalizada votación, consideran al alcalde como uno más de nosotros y nosotras, desde la madrugada están a las puertas del despacho esperándole .

Llegan los primeros desconocidos empleados, las mujeres quieren abordarlos:

-Buenos días ¿El alcalde viene en la mañana?
-No lo sé, yo no le llevo la agenda al señor alcalde.

-Ay, fo ¿Y quién será ese que se cree una gran cosota?
El personaje les vio por encima, muy por encima del hombro y continuo caminando hacia la puerta de la alcaldía.
Y así pasaron más de veinte personas, todas respondían más o menos lo mismo.

-Clotilde ¿Y qué se estarán creyendo todos esos recién venidos?
-No lo sé, camarada lo miran a uno como hacía tiempo no lo hacían, porque desde que llegó mi comandante al pueblo lo respetan.
-Maryury y el alcalde que no llega.
-Sí, chica y los muchachos solos y sin comer, la comida toda se la llevó el río.
-Ese río tenía tiempo que no se crecía tanto como para meterse en las casas.
-Razón tiene la abuela Felicia María Ceballos que dice que todo río busca su antiguo cauce,  y nosotros construimos nuestros ranchos en el antiguo cauce de Río Seco, allí fue donde nos metió el último alcalde cuarta republicano y se olvido que existamos.
 -Acá estamos pagando las consecuencias de ese error.
-Así es Clo,  qué vamos a hacer, ese fue el único sitio que hallamos, todos los buenos terrenos los tienen los terratenientes, que según son de ellos desde la época de la conquista´
-Y  los demás terrenos son también propiedad privada, pues los  y que propietarios los tienen desde los tiempos en que Jesucristo andaba por el mundo. Tenemos que aplicar la llamada Ley de Tierras. 
-Por eso es que mi comandante les exigió la titularidad de lo que dicen que es de ellos
-Es algo así como la secuencia, la tradición de las tierras en sus manos o en manos de sus familiares de quienes la heredaron, o se las quitaron o robaron a alguna viuda  incauta que no sabía lo que le dejaba el esposo a su fallecimiento.

-No es fácil, amiga, pidamos que el comandante con su inmenso amor  se apiade de nosotros.
- Él si es capaz de resolvernos los problemas,  porque él es como nosotros.
- Y conoce cuales son los problemas del pobre, de la gente de su pueblo. Porque él es pueblo amiga.
- Fíjese usted amiga, ese señorón de la oposición que quiere ser presidente de este país, alguna vez en su vida se habrá bañado con un tobito de agua, echándosela en la cabeza con un perolito.
-¡Que va nunca jamás!
- Ese no sabe de las calamidades del pueblo, en cambio los revolucionarios si, eso si saben porque esos son pueblo como nosotras amiga.

-Así es, amiga, así es.
- ¿Y qué vamos a hacer?  El alcalde no ha llegado y tenemos que volver a lo que quedó del rancho para llevarles algo que comer a los niños.
-Son las nueve y el alcalde no ha llegado, y ya está calentando el sol en esta acera.
- ¿Será que nos dejarán entrar para esperar al alcalde? 
-No lo sé, comadre, a medida que han desfilado toda esta gente que ha entrado, creo que nosotros no somos bien vistos en este despacho.

-Ay chica, tranquilas, el alcalde nos conoce, sabe que nosotras somos rojas, rojitas y que le echamos esféricas y ovarios en esta campaña para que él ganara. Ya verás, se alegrará de vernos, ya tú verás.




CAPITULO 43

HACE LO QUE NUNCA HABIA HECHO

Don Joselillo se dirige a sus acompañantes y le dice a Lucas, el jefe de su escolta personal:
-Debo salir sin que los azules me sigan, solo me llevaré al Niño.
-Permita que algunos más le acompañen, Don Joselillo
-Los azules notarían el movimiento y me seguirían y los quiero bien lejos de donde yo respire ¿Entendiste?
-Sí, Don Joselillo.
-Quédense acá y hagan bastante algarabía.

Don Joselillo se va y de repente vuelve sus pasos y hace lo que nunca había hecho hasta entonces: decir hacia donde se dirigía.
-Lucas, dile a mi mujer que voy a Los Chorros de Milla.
Don Joselillo se coloca el tapaboca y se confunde con la numerosa comparsa de médicos, enfermeras y pacientes, los que bailan en la pista al son de la orquesta que impone el ritmo en Venezuela.

Se desprenden dos personas de la pista de baile y se dirigen a los sanitarios  de los caballeros, no entran sino que siguen de largo, cruzan los jardines y se montan en sendas motocicletas de altas cilindradas  que están con los motores encendidos. 

Mientras tanto, en el salón de baile,  dos ojos desesperados buscan al comisario general, lo encuentran viendo hacia el lado contrario, la música, el bullicio, el peligro, porque huele a miedo,  gira su cabeza el Comisario General y ve a lo lejos  a  un hombre con disfraz de médico, este se quita el tapaboca y lo arroja el piso. Es una señal previamente codificada.

El comisario echa a correr hacia la salida del lugar, no puede avanzar todo lo que él quisiera, mucha gente está divirtiéndose, cuando logra llegar a la salida, solo alcanza a ver dos veloces motociclistas que enfilan hacia la subida que da a la salida del complejo ferial.
El Comisario grita a través del micrófono de comunicación interna de la policía:
- ¡Dos peces fuera del agua!




CAPITULO 44

MAREMAGNUM DE VAINAS

La diputada Nina está furiosa, las cosas  en el partido no van por donde tienen que ir, ella es disciplinada, pero no ciega ni sorda, se acerca la contienda electoral y la organización política es un caos.

-Qué opina usted, profesor ¿Cómo podemos hacer para organizarnos en este maremágnum de vainas sin solucionar; cosas inconclusas,  compañeros trabajando pa’tras?
-Pa’tras se va a caer usted  si yo me atrevo a contarle la información que me llego por radio bemba.
-Pues atrévase, ya la vaina esta pelúa, para ponerse peor no le falta nada.
-Bueno, aunque usted no lo crea. El Gobernador subió a hablar con Don Joselillo.
-¿Quién le dijo a usted eso?
-¿Se fija como es la cosa con usted? Ahora me pide que revele la fuente. Es anónima, es anónima, querida diputada
-¡Que anónima del carajo, dígame la fuente profesor!
-En verdad es anónima, me la enviaron en un papelito.
-Ahora si es verdad que éramos muchos y parió la abuela. ¿Usted piensa que yo me voy a creer su   cuento, profesor?
-No es cuento, diputada, la dejaron en mi agenda con todos los detalles.
-Muéstreme el papelito, pues.
- ¿Y usted piensa que yo soy más pendejo de lo que aparento?  Lo achicharré, diputada,  lo  achicharré, lo quemé, diputada. Hice mis averiguaciones muy discretamente  y comprobé que es cierto lo que se me informaba por el papelito. Sí, el gobernador subió a hablar con Don Joselillo.
-Le creo profesor, los negocios del gobernador son los negocios del gobernador y él tendrá que pagar por esta afrenta a la ética socialista y a la lealtad al Comandante y por el engaño a su pueblo. El corazón del Comandante se resentirá del dolor tan grande al saber esta alta traición de parte de un hombre a quien trató como un verdadero hijo.
-Lamentablemente así es, querida diputada. Aunque dicen por ahí que no por el hecho de salir de un consultorio odontológico, estabas sacándote una muela.
-¡Ni por  el carajo Profesor, no le entiendo nada!
-Diputada, que no por el hecho de que el gobernador haya ido a visitar a Don Joselillo, quiere decir que lleve negocios con él.
-Ahora si es verdad que usted se me vistió de “monaguillo de pueblo” profesor. Ya vio, también he aprendido algunos refranes con el llanerazo de mi Comandante.
-Bueno, la justicia terrenal juzgará el crimen de este Gobernador, y más temprano que tarde la justicia divina lo alcanzará, acá en este plano o en el otro, lo alcanzará. Toda o todo  revolucionario guarda celosamente el Código de Ética. Tan cerca del Comandante y tan traidor que es el tipo.
-Así pasa profesor, así pasa, debemos seguir confiando en nuestra gente,  porque la gran mayoría somos  pueblo honesto,  con suficientes reservas morales para superar esta grave  afrenta a nuestra condición de revolucionarios, pues lo somos como lo es nuestro Comandante; con el cuerpo, con el alma y con el corazón.

-También duele mi corazón por la gente que este Gobernador engañó.
-Bien lo apunta nuestro Comandante, en el camino de la revolución también va la gran piedra que va triturando la maleza, a  los vende patria, a  los engañadores del pueblo,  solo quedarán los leales a los ideales revolucionarios. 
-Este es un camino sembrado de peligros y traiciones, que debe ser transitado por todos nosotros y nosotras,  algunos se dejarán deslumbrar por falsos profetas y por la brillantez del oro fácil.
 - Debemos indagar más para descubrir la construcción del mapa de los involucrados en las operaciones psicológicas para dañar la imagen de nuestro Comandante y de la Revolución Bolivariana.
 -La gran mayoría continuará en el camino de la revolución,  sin   inmutarse por estas traiciones inherentes a la falsedad de algunos cuantos seres inhumanos.
-Que para nuestra fortuna son solo unos pocos, y no son, ni han sido nunca revolucionarios, se disfrazaron de ello para engañarnos.
-Bien, diputada, esto debe salir lo más pronto a la opinión pública.
-El partido no tiene ninguna responsabilidad de las fechorías cometidas por un militante sea quien sea, porque  la conducta de un militante del partido,  no arrastra al resto.
-Que pague el que tenga que pagar por sus errores y traiciones cometidas, en eso no debe haber contemplaciones con nadie.

-El partido tiene sus propios mecanismos para la investigación. Estas son campañas de corte psicológico que se montan para confundir a los compatriotas y hacerlos creer que la oposición  no está implicada en este plan conspirativo.    
 -Tenía razón el Comandante cuando el Gobernador le pidió dinero para el arreglo del obelisco,  y en público le dijo que el dinero solo sería aprobado si existían ya los proyectos  listos para su ejecución.
-Y que serían acompañados y supervisados  por el pueblo a través del Poder Popular.
-Que arrecho es mi Comandante, en público se lo refregó en la cara ¡Comuna o nada!
La diputada llega a la puerta de la alcaldía, se encuentra con una  fila de personas que están esperando:
-Buen día, mujeres ¿Cómo están?
-Acá, Nina, esperando al alcalde.
-Él me  citó acá en el despacho, debe estar por llegar.
-Diputada ¿Y usted cree que nos reciba a nosotras?
-Claro que sí las va a recibir, él está aquí para eso, para escuchar y ayudar a su pueblo y ustedes al igual que yo, somos pueblo.

Cuando termina de decir esto se vuelve y observa la nueva camioneta donde llega el alcalde.







CAPITULO 45

AQUÍ EN NUESTRA PUERTA

José Jacinto le señala a su esposa Doña Ana Lucrecia:
-Mujer, el nuevo alcalde está aquí en nuestra puerta, ese señor quiere hablar conmigo en este momento.
Doña Ana Lucrecia se levanta como un rayo en plena tempestad, se acerca a la ventana, corre las cortinas y observa, con mirada escudriñadora hacia la calle oscura.

-Sí, es la nueva camioneta del alcalde y parece que esos motociclistas son sus escoltas, bajemos José Jacinto.
-No, Ana Lucrecia, me dijo que quería hablar conmigo a solas.
-Qué extraño, si tú no has hablado nunca con él. Me pregunto: ¿Qué es lo que desea de ti?
-No lo sé, mujer, debo salir para saberlo.
-Está bien, baja,  por si acaso sacaré mi rifle de cacería, una no sabe, una no sabe. Baja José,  me quedaré vigilando desde  aquí y tú sabes que yo no pelo un tiro y de noche, menos.
José Jacinto sale de su casa y va hacia la camioneta que le espera con el motor encendido, un escolta le abre la puerta trasera y él se introduce.
-Buenas noches, José Jacinto
-Buenas noches, Alcalde
-¿Quieres tomarte un trago José Jacinto?
-Yo  no tomo alcohol señor Alcalde
-Ah ¿Ana Lucrecia toma por ti?
-Bueno, ella si toma algo,  solo cuando está en una fiesta familiar, pues a ella le gusta cantar y los cantantes por lo general toman algo “y que para entonarse”,  jamás en casi treinta años de casados la he visto ebria, señor Alcalde.
-La liberación femenina, la liberación femenina, José Jacinto.
-Igualdad entre el hombre y la mujer, señor Alcalde.
-Bueno, sí, como  tú lo digas, José Jacinto, entonces vamos a un lugar donde pueda verte de frente la cara, tengo un negocio bueno que proponerte.
La camioneta y su escolta arrancan, se mueven y dejan  atrás a Doña Ana Lucrecia, en la ventana de su habitación acompañada solamente con un palpitar muy raro en su corazón y una escopeta recostada en el balcón.





CAPITULO 46

EL NIÑO DE LINARES

El niño Linares se ha vestido con ropa de marcas mundialmente conocidas,  usa los mejores trajes, las mejores camisas, las corbatas y colonias más exclusivas, según él. Siempre ha dicho que por donde pasa deja su olor característico a colonia de alto costo.

 Es un hombre sumamente agradable y convincente, todas las mujeres le admiran y casi todas caen rendidas a sus pies, por su porte de galán de novelas rosas.

Su apodo le viene de una vez en que estando en Mérida en casa de una familia acaudalada que posee ganado de raza bravía de los que utilizan para martirizarlos públicamente, el niño saltó a la plazoleta de los tentaderos y armándose de una manta tentó a las vaquillas que allí se encontraban y un famoso torero lo bautizó como el niño de Linares y así se quedó mentado para el resto de su vida.

El niño Linares está en una de sus casas en San Juan, ese día se levantó muy de madrugada, se bañó y procedió a secarse muy bien y luego roció generosamente medio frasco de su colonia de muy alta calidad, cuyo efecto permanece durante las veinticuatro horas del día.

 Se colocó su chaleco antibalas, se ciñó sus tres pistolas de alto calibre en varias partes de su  atlético y musculoso cuerpo, se vistió con un traje de paramédico y cuando aún no había amanecido se subió a una ambulancia que le habían traído la noche anterior y mientras él dormía, estuvo muy bien guardada por varias personas en el amplio garaje de su casa.  

Pasó recogiendo a tres personas más: una bella mujer vestida de enfermera, un médico, y un hombre vestido como si fuese un paciente. Juntos emprendieron un largo viaje a través de medio país.




CAPITULO 47


POR TRESCIENTAS FRANELAS


Doña Ana Lucrecia ha quedado de pie en su balcón expectante, no se ha atrevido a acostarse, su esposo no se llevó el teléfono móvil, por ello no puede comunicarse con él. Mirando  a la distancia al final de la calle piensa:

“José Jacinto no es político, nunca se ha metido en política, en su hogar la que toma las decisiones soy yo,  naturalmente, entonces ¿Qué quiere el alcalde con José Jacinto? Tendré que esperar a su regreso para poder saberlo”

 Pasan las horas y a las dos de la madrugada llegan las camionetas y sus escoltas, se han unido al grupo los hijos del alcalde y es numeroso. De  la camioneta del alcalde se baja este y José Jacinto, Doña Ana Lucrecia aun en el balcón, con los ojos de asombro, observa que toda esa gran cantidad de gente sigue a su marido y al alcalde para entrar a su casa.
Doña Ana Lucrecia toma la escopeta que está a su lado recostada en la media pared del balcón y lentamente cierra la ventana, camina hacia la cama y comienza a descargar cuidadosamente el arma, guardándola en un armario y colocando las balas en otro, con la misma ropa que se vistiera el día anterior se dispone a bajar. 

En el gran salón de su residencia todo es alegría. Su esposo ha sacado las botellas de licor que solo salen en Navidad para adornar la mesa familiar, sus vasos de cristal del tiempo de cuando se casó, pasan de mano en mano. Los hijos del alcalde y sus amigos se los lanzan unos a otros para luego servirse el licor.  Sus queridos discos de acetato están tirados en un mueble, mientras que la voz de Reinaldo Armas canta su Laguna Vieja.

Doña Ana Lucrecia se detiene en el descanso de la escalera, observa todos los acontecimientos, su esposo la descubre allí parada y por encima de todo el ruido, le hace la mundialmente conocida señal de victoria y le grita:

-¡Te gané, Doña Ana, el Alcalde es un hombre de negocios!
-José Jacinto ¿Tomaste? Pero  si tú no tomas ni en Navidad.
-Hoy es un día especial, tú eres la que sabe de política, y hoy te gané.

José Jacinto toma a su mujer por el talle, cuando esta ya ha bajado, y busca con su mirada para ver en que sitio está el Alcalde, le divisa hablando con una bella rubia integrante de su equipo de gobierno y se acercan los dos a ellos.
-Alcalde plantéele el hermoso trato que usted quiere con nosotros a mi esposa, ella es la que lleva las riendas de los negocios en la familia.
- Sí, Ana Lucrecia, vine a buscar a José Jacinto para plantearle algo  sobre un negocio que podemos hacer juntos y él aceptó, espero que tú también estés de acuerdo.
-Ya va, ya va, señor Alcalde yo le dije que quien toma las decisiones es mi esposa y aquí esta ella.
-Bueno y entonces ¿Quién lleva los pantalones aquí?
Con una voz muy suave y agradable, Doña Ana Lucrecia contesta al alcalde.
-Los dos señor Alcalde, los dos llevamos pantalones.
-Bueno ¿Quién dice la última palabra?
José Jacinto ve a su esposa fijamente, luego se vuelve para ver al alcalde de frente y le dice poniendo  cara de embriagado:
-Pues yo soy el que digo la última palabra Señor Alcalde “Sí, mi amor”
-Entonces te lo diré Ana Lucrecia, necesito una factura por doscientos millones de bolívares, es para justificar la plata que quedó en la alcaldía. Por esa factura les daré a ustedes cien millones.

Doña Ana Lucrecia se zafa del abrazo de su marido y le dice al pequeño hombre que tiene al frente:
-Después le daré mi respuesta, señor Alcalde
-¿Cuándo?
-A su debido tiempo, señor Alcalde.
-¡La quiero ahora, Ana Lucrecia!
-Espere usted un momento, alcalde, que no logré escuchar muy bien.
Doña Ana Lucrecia se dirige al equipo de sonido y lo apaga. Se hace un silencio, los demás no se habían enterado de la conversación, Doña Ana Lucrecia se dirige nuevamente donde está parado el alcalde junto a su esposo y la bella rubia y le grita:
-Nunca Adán, nunca te daré una factura para que tú robes a mi pueblo, y engañes a mi Comandante, para eso no fue que este noble pueblo te eligió.
Muy bajo el alcalde le dice:
-Me las pagarás, Ana Lucrecia, me las pagarás ¡Vámonos!

El alcalde y su grupo se retiran y José Jacinto en medio del salón le expresa con una amplia sonrisa a su mujer:

-Te gané, ese hombrecillo es un ladrón.
-Sí. Y además se entregó por trescientas franelas que le regalaron para la campaña. Ese hombre no es un revolucionario





CAPITULO 48

DOS PECES VUELAN COMO PÁJAROS


El Comisario General corre hasta la puerta del sitio ferial y advierte en clave  a sus compañeros que dos personas van a salir fuera del recinto donde se realiza la fiesta. Los policías que vigilan la salida del complejo se aprestan para seguir a los dos motorizados, que pasan frente a ellos como una exhalación, sin dar tiempo a poner en funcionamiento el motor apagado de su automóvil de vigilancia civil. 

Encienden el carro y aprietan el acelerador, ya  la distancia recorrida por los dos motociclistas es grande,  solo alcanzan a ver en la fría noche dos lucecitas rojas que a cada instante lucen más pequeñas dirigiéndose en sentido norte de esta hermosa ciudad

Informan en clave a sus compañeros:
-Los dos peces vuelan como pájaros y se ocultarán en una nube que viene del norte.

El Comisario General corre a su automóvil, abre la puerta y se introduce en él. Por la otra puerta ha subido su segundo en mando.

-Le manejo, comisario.

El Comisario General no le escucha, está solo con sus pensamientos.

En voz muy baja dice para sus adentros.
-Hacia el norte hay varios hoteles,  estos dos pájaros no van a ningún hotel en estos momentos ¿Entonces hacia dónde van?
El segundo apenas alcanzó a oír estas reflexiones hechas por su jefe y se atreve a expresarle:

-Comisario, esos van para un sitio nocturno.
-Eso puede ser, Luis Acosta, esos van a Los Chorros de Milla, van a las discotecas, eso puede ser, vayamos  allá.





CAPITULO 49

DULCE VENENO Y CAMIONETA NUEVA

El burgomaestre estaciona su nueva camioneta, los escoltas toman sus posiciones respectivas, se abre la puerta del vehículo y de él se baja el diminuto hombre, se dirige hacia la puerta del despacho de la  alcaldía, finge no haber visto a la diputada Nina, esta al verlo pasar a la altura de la acera donde se encuentra en compañía de las mujeres que esperan desde tempranas horas de la mañana, le llama su  atención diciendo:
-Buenos días, alcalde.
El alcalde se vuelve y le contesta:
-Buenos días, dulce veneno.
La diputada lo mira como si quisiese fulminarlo en ese mismo instante contestándole:
-Le he tratado siempre con respeto, le saludé llamándole alcalde ¿A qué viene esa falta de respeto hacia mi persona? Nunca le trato si no es con respeto como trato a cualquier camarada.

-Ah, no entiendo tanta rabia hacia mí, así te llama tu diputado principal.
-Usted está muy equivocado alcalde, él es el hombre más respetuoso que conozco y nunca delante de mí persona me ha tratado de esa forma, así que le pido a usted que respete para que lo respeten, camarada.
-Bueno, dejemos eso así. Ahora soy el alcalde y mi jerarquía es mayor que la tuya.
-Si usted supone que es así, eso no le da ningún derecho a faltarle el respeto a ninguna mujer y yo soy mujer. Me permito recordarle textualmente que el Plan de la Patria que es Ley de obligatorio cumplimiento en su Objetivo Nacional 5.3.3.2. Establece lo siguiente: Poner especial acento en las relaciones de género. En este sentido, impulsar la creación de grupos de trabajo conformado por mujeres, al fin de reflexionar sobre su vida familiar y laboral y producir estrategias de resistencia y liberación, ya que sufren el embate de las culturas dominantes, donde la mujer es relegada a un papel secundario, sufriendo a menudo formas explicitas de violencia. Lo mismo aplicaría a los grupos sexo diversos, (homosexuales, lesbianas, bisexuales y personas transgéneros), obligados a vivir una condición de represión y humillación, donde la única vía de salida es la frivolidad ofrecida por el mundo capitalista. Ahora bien, quiero que usted tome en cuenta y respete esta ley.

-Tranquila, Nina. Ahora yo soy el alcalde.

El alcalde quiere continuar su camino para llegar a la puerta de la alcaldía,  es interceptado por las mujeres que le esperan desde tempranas horas, unas mujeres jóvenes le señalan:
-Adán, queremos hablar contigo.
-Señor alcalde, por favor, señor alcalde.
El alcalde vacila entre devolverse a la camioneta o continuar su camino sin prestarle atención a los llamados de esas mujeres, finalmente decide atenderles.


Una señora que lo conoce desde años atrás, cuando llegó derrotado desde un pueblito de los llanos  centro-orientales lo toma del brazo y se atreve a decirle:

-Adán, anoche con el aguacero, el viento me llevó el techo del rancho y necesitamos unas láminas de zinc para cubrirlo porque puede seguir lloviendo y tengo tres muchachos a la intemperie.

-¿Quieres  láminas de zinc? Pues yo no tengo ferretería.
Otra pobre mujer se le acerca y humildemente le dice:
-Alcalde, yo trabaje por usted ¿Se recuerda? Soy Marbellis, su comadre.
-¿Sí?
-Compadre, se le derrumbó una pared a la casa, necesitamos unos bloques y unos seis sacos de cemento para repararla ¿Usted nos puede ayudar?
-¿Cemento? ¿Bloques? ¿Reparación? Yo no tengo constructora.
Se acerca al alcalde una mujer joven con su pequeño hijo en brazos y con voz suplicante le pide al alcalde:
-Mi hijo está enfermo, le  tengo que  realizar unos exámenes que le mandó el médico. Son urgentes.
-Yo no tengo laboratorio.

 Se acerca un hombre del pueblo y muy calladamente le enseña unos récipes médicos.
-Alcalde, necesito que usted me ayude con estas medicinas para mi hijo.
-Quieres medicinas, pues yo no tengo farmacia.
Se acerca su antiguo compañero de clases de secundaria y le dice:
-Adrián te traje un proyecto para construir las casas en Cobija Vieja, esa gente votó por ti con mucha esperanza y sabemos que la vas a atender.
-Cesar, no tengo constructora, ni tiempo para eso, y es mejor que te vayas a estudiar que es para lo  que tú sirves.

Ante estas respuestas inhumanas y alejadas de la conducta de un verdadero revolucionario, las mujeres  no saben qué hacer.
Confusas, automáticamente dan un paso atrás, se separan un poco del alcalde como pensando
 “¿Y a este que le pasó? ¿Será que nos lo cambiaron? Definitivamente este no es el que nosotros elegimos, y  por el que luchamos para que fuese electo con una amplia votación”
La Diputada Nina ha escuchado con indignación todo lo que ha sucedido y les dice a las mujeres:
-Mira mi hijita, váyanse  todos los que necesitan atención médica al C.D.I. Los que necesitan reparación de casa vamos a ponernos en contacto con la Misión Barrio Adentro, Barrio Tricolor, los que necesitan nuevas casas a inscribirse en La Gran Misión Vivienda Venezuela. Mi comandante que es pueblo como nosotros está atendiéndonos a través de estas misiones.
-Gracias, Diputada Nina, eso es lo que debemos hacer.




En este instante se acerca el profesor Mario que no ha presenciado nada de lo que allí ha acontecido, saluda al alcalde y le expresa lo siguiente:
-Buenos días, alcalde, le traemos una comunicación para pedir los espacios de la Fundación con la finalidad de realizar la graduación de las Misiones Sociales.
-En la fundación todos los días ya están ocupados, hágala en la Casa de las Misiones.
- Alcalde, es que son numerosos los graduandos y allá no cabemos.
-Hágala allá.
-Recuerde que esta es una misión del Comandante y la más hermosa de todas las misiones de nuestro Comandante.
-El Comandante mandará en Miraflores, yo mando aquí. Y no tenemos espacios ni tiempo para realizarla en la fundación
-Esos son espacios públicos recuperados por el pueblo cuando lo eligió a usted como  alcalde
El profesor está horrorizado con lo que ha escuchado decir a este hombre, todavía no quiere creerlo y le dice:
-Alcalde, en este momento es la misión más importante por disposición de nuestro Comandante en jefe.
-Le repito, profesor, el Presidente manda en Miraflores, yo mando aquí  y los espacios están ocupados.
-Como usted diga, buenos días. Le advierto: la graduación se hará en la fundación, esos son espacios del pueblo y recuerde los hombres pasan y los cargos quedan, ya veremos cuando usted quiera ir a una reelección.
-Eso no me preocupa profesor, yo vine por un solo periodo.
-Ya lo veremos, así dicen los que se quieren quedar para siempre. El problema no es personal, el problema es político y es que desde ahora le digo que usted no puede ser reelecto, señor Alcalde.
-No me interesa la reelección, y usted profesor váyase con su gente para la Casa de las Misiones, allá es donde deben estar.

El Alcalde da media vuelta y se aleja  acompañado del poderoso sindicalista. Entran a los espacios de recepción de la alcaldía que  a esa hora todavía están  vacíos, pues a la gente no la han dejado entrar para que planteen sus problemas porque nadie quiere atenderles, el sindicalista le comenta al alcalde.

-Debería enfriarse a la veneno, y al profesor apretarlo hasta que muera de mengua. 
Van caminando hacia las oficinas interiores uno al lado del otro, el alcalde le contesta solamente audible para su compañero:
-A ella no la toques, del profesor me encargaré yo, mandaré al       síndico procurador, lo mandaré a sacar de la casa que ocupa con la misión, esa casa pertenece a la alcaldía y no se debe estar conspirando en contra del jefe, que soy yo. Del profesor y de Fedro el de alimentación me encargo yo, haré que se destierren,  a ella hay que asustarla, pero no se le debe tocar.
-Él tiene peso político, y ese viejito es de la vieja guardia revolucionaria y siempre va pa’ lante.
- Ah, ya sabes, amor con hambre no dura, le pondré a él y a su misión a pan y agua, que digo a pan,  a solo agua, pa’ que respete al jefe del partido y de este municipio.
-¿Y cómo harás con el partido y con el gran polo?
-Explotaré esa vaina, por donde ellos organicen iré yo dando una contra orden, así se cumplirá aquello que no sé quién lo dijo dice así: “Divide y vencerás” 
- Él no se rendirá.
- ¿Y a quién se le va a quejar? ¿A las autoridades? La autoridad soy yo.
-¿Y las regionales?
-Bueno, uno tiene sus contactos. Y  por dinero baila el perro ¿No es así? Siempre ha sido así.
-Sigo pensando que ninguno de los dos se rendirá. Es mejor enfriarlos y asunto resuelto 
 Aquí el político eres tú, yo lo arreglaría inmediatamente de otra forma.
-Cálmate. Ya iniciando mi gobierno hemos tenido muchos problemas para buscarnos otros, más grandes y más  peludos.

En la calle después de calmar a las personas desesperadas para que le resolvieran sus problemas, para lo que supuestamente  fue elegido este alcalde, la diputada le dice a su camarada:
-Estoy segura  que en este momento la reserva moral del partido son la mayoría  de las bases de sus militantes, acá en este instante en la dirigencia somos usted y yo,  los demás están a la expectativa de lo que suceda.

El Profesor abochornado por el peso de los acontecimientos, solo emite una mueca que  quizás  quiso ser una sonrisa,  para sus adentros piensa “el que es corrupto lo es siempre, esté donde esté  y  así se vista de Pastor o  Sacerdote y comulgue todos los días, es corrupto”












CAPITULO 50

LUIS ACOSTA


El Comisario va manejando con mucho cuidado, el pavimento está húmedo y hay poca visibilidad por la neblina densa que solo permite mirar hasta unos cuantos metros. Han llamado al resto de la comisión que ha viajado desde la capital de la república a realizar esta delicadísima misión policial. Cuando el comisario y su compañero Luis Acosta llegan al estacionamiento que está frente a la entrada de la discoteca, con mucho cuidado lo revisan palmo a palmo, hasta que en un lugar muy discreto divisan las dos motocicletas, el comisario se acerca y constata que están con sus motores aún calientes.

-Sin duda, Luis Acosta, son los dos pájaros, hay muchos carros acá, por consiguiente debe haber bastante gente en la discoteca.
-Podemos entrar, Comisario, y ver si se encuentran entre los que estén visibles.
-Esperemos por nuestros compañeros, Luis Acosta, esperemos.
- Si, Comisario General.
Los refuerzos llegan, entran todos  y mandan encender las luces blancas y bajar el sonido musical. El local es enorme y consta de varios ambientes, por los altavoces de la discoteca una oficial manda a salir a todo el mundo, inclusive a los empleados que laboran allí. 
-Por favor, salir todos tal cual como están.
Van saliendo poco a poco clientes, empleados y empleadas.
El Comisario General y Luis Acosta están a las puertas del local, chequean a cada uno de los y las que salen. Viene hacia ellos una pareja formada por la chica que vende los dulces y cajas de cigarrillos y el cocinero con su delantal y gran gorro.

 Entregan su  identificación y van caminando lentamente a formarse en la gran fila de empleados y clientes para el chequeo respectivo. Ya la chica va pasando a lado del comisario general, la brisa del espacio abierto lleva  un olor a fragancia, a una colonia de hombre. 
El Comisario General en fracciones de segundo piensa “Colonia de hombre en cuerpo de mujer, es un hombre”
 Lanzando la mano hacia su pistola grita:
-Luis Acosta, esa mujer se  escapa.
La mujer de la cesta de cigarrillos saca una pistola automática, empuja al cocinero hacia adelante y se dispone a enfrentar a los dos policías, se escucha el sonido del primer disparo que encuentra las carnes del Comisario General. Este cae al piso y los demás disparos dan en el aire hasta que tropiezan con la humanidad de Luis Acosta. La “mujer” corre, ya  se escapa, va en pos del cocinero que es su Gran Jefe. Desde el piso y como los antiguos vaqueros del lejano oeste, antes de perder el conocimiento los dos policías heridos,  le dispara al Niño Linares disfrazado de mujer.



CONTINUARÁ