miércoles, 4 de octubre de 2017

AL PIE DESDE SU NIÑO


El pie del niño aún no sabe que es pie,
y quiere ser mariposa o manzana.

Pero luego los vidrios y las piedras,
las calles, las escaleras, 
y los caminos de la tierra dura
van enseñando al pie que no puede volar, 
que no puede ser fruto redondo en una rama. 
El pie del niño entonces
fue derrotado, cayó 
en la batalla, 
fue prisionero, 
condenado a vivir en un zapato.

Poco a poco sin luz
fue conociendo el mundo a su manera, 
sin conocer el otro pie, encerrado, 
explorando la vida como un ciego.

Aquellas suaves uñas 
de cuarzo, de racimo, 
se endurecieron, se mudaron
en opaca substancia, en cuerno duro, 
y los pequeños pétalos del niño 
se aplastaron, se desequilibraron, 
tomaron formas de reptil sin ojos, 
cabezas triangulares de gusano. 
Y luego encallecieron, 
se cubrieron
con mínimos volcanes de la muerte, 
inaceptables endurecimientos.

Pero este ciego anduvo 
sin tregua, sin parar 
hora tras hora, 
el pie y el otro pie, 
ahora de hombre 
o de mujer, 
arriba, 
abajo,
por los campos, las minas,
los almacenes y los ministerios, 
atrás, 
afuera, adentro, 
adelante,
este pie trabajó con su zapato, 
apenas tuvo tiempo
de estar desnudo en el amor o el sueño, 
caminó, caminaron
hasta que el hombre entero se detuvo.

Y entonces a la tierra 
bajó y no supo nada, 
porque allí todo y todo estaba oscuro, 
no supo que había dejado de ser pie, 
si lo enterraban para que volara 
o para que pudiera
ser manzana.




Pablo Neruda



COMENTARIOS

Yajaira Josefina Rojas Muy bello ¡Si supiéramos qué valor tienen nuestros pies!


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