CAPÍTULO I
EL HOMBRE
El hombre se mueve lentamente para ver mejor al poderoso jefe de la policía del Estado venezolano, gira sobre sus talones, le mira y sonríe. No le agrada para nada tener que respirar el mismo aire que un azul, los considera más corruptos que la palabra misma.
Para sus adentros él sí tiene su “propia moral”
Él es amigo de sus amigos, en cambio, los policías -según él - no tienen amigos, o más bien, sí tienen un solo amigo: el dinero, venga este de donde venga, sin importarles cómo venga.
El doctor Fernando Guzmán Toro en el Capítulo III de su magnífico libro Ética Y Bioética En Medicina, apunta sobre la moral: “… se define como un conjunto de normas que son aceptadas por la sociedad, que se consideran como válidas y que tienen como finalidad regular las conductas de los hombres dentro de la sociedad.
(…)La moral ha experimentado cambios en el transcurrir del tiempo:
a. En los pueblos primitivos la moral se relacionaba con un conjunto de costumbres que eran necesarias para mantener el equilibrio y la armonía dentro del grupo social tales como:
a.1 No robar.
a.2 No matar (…)
f. Durante el siglo XX y el siglo XXI, se observan modificaciones y cambios con relación a la moral, caracterizada porque sus normas son menos rígidas y establecen menos restricciones.”(Guzmán Toro; 2013:33-34)
Este hombre tiene y practica su propio concepto de lo que significa la moral.
Los dos hombres se enfrentan, el policía conoce todo, o más bien, casi todo lo relacionado con los últimos años vividos por el individuo que tiene al frente.
El hombre luce formidable, se diría que es un atleta de alta competencia y, lo es en cierto modo, pues se ejercita religiosamente todos los días en toda clase de artes marciales conocidas y en el manejo de todo tipo de armas, vehículos y aviones.
Es el menor de trece hermanos de los cuales quedan viviendo solo tres: el cura, el enfermero y él. Fueron todos hijos de la misma madre, cada uno tuvo un padre diferente. El suyo nunca lo conoció.
Al principio le hizo falta padre, después no tuvo tiempo para pensar en eso, solo tenía tiempo para sobrevivir, y con ello, se conformaba en sus primeros años de vida.
A sus treinta y ocho años, él tiene doce hijos con cuatro mujeres diferentes. Todas le amaron y aún le aman porque dicen en su círculo que la mujer de malandro, siempre será la mujer de ese malandro, pase lo que pase. Claro está, hay una gran diferencia, pues ahora, él no es malandro, es un señor, o mejor dicho aún, él es Don Joselillo.
Don José Gregorio Montiel, nació en Maracay, de madre soltera, es el menor de todos sus hermanos, su madre aún viva se encuentra, de su antigua belleza no queda absolutamente nada, las muertes tras muertes de casi todo sus hijos acabaron con su lindo rostro y hermosa figura e igualmente con las ganas de vivir también. A sus sesenta y cinco años pareciese que ha caminado ya por los cien.
El hombre desecha esos recuerdos y se prepara para conversar con este policía persistente, que lo viene siguiendo desde el centro del país, y a quien ninguno de sus poderosos contactos en el gobierno ha podido “sacudir”, o sea, detener.
CONTINUARÁ...
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